Niños ucranianos llevando carteles de STOP WAR
«No aleccionemos a nuestros hijos para que defiendan a su país, eduquémosles para que defiendan la sacralidad de la vida.»
Sé que no va a ser una opinión popular, aunque sí alternativa: una de las opciones que podría barajarse en la invasión de Rusia contra Ucrania es la de que Ucrania tomara la decisión de dejarse invadir para evitar así la guerra.
El presidente de un país a punto de ser invadido podría proponer no ofrecer resistencia, para intentar evitar los muertos y la destrucción que conlleva una guerra, así como el miedo, la falta de comida, de energía, de agua… resolvería dejarse invadir y pediría a su población que tuviera la paciencia y ejerciera la resistencia pasiva necesaria para reclamar su derecho como nación hasta que el país invasor accediera a retirarse.
No sería rendirse, el gobierno del país amenazado pactaría con la Unión Europea y a nivel internacional, que siempre se le reconocería como país invadido, y que se reclamaría internacionalmente su existencia hasta que se le devolviera su libertad. Mientras tanto esto no fuera así, las sanciones internacionales contra el país invasor, su aislamiento geopolítico, serían constantes: habría un boicot económico, político internacional, exclusión de eventos mundiales (JJOO, competiciones deportivas…) y así un largo etcétera hasta que a este país invasor le saliera más a cuenta devolver al país invadido su estatus de país que las consecuencias del aislamiento internacional al que se vería sometido. Y el presidente del país invadido le pediría a la población del país invasor que saliera a la calle para protestar en contra de su gobierno.
Sería una opción.
Pensemos que ningún dictador va a vivir indefinidamente y ni tampoco ninguna nación invasora existirá eternamente.
¿Qué se perdería?: se perdería la nacionalidad propia, la libertad individual y colectiva, temporalmente, sí.
¿Qué se lograría?: evitar la muerte de gente inocente, salvar vidas. Para mí ninguna guerra ni ningún ideal merecen el coste de una vida humana.
Habría que reflexionar sobre el hecho de que la mayoría de las guerras las empiezan los líderes varones, y valorar la opción de que si hubiera más mujeres gobernando las guerras serían más improbables porque ninguna madre enviaría a su hijo a una guerra a sabiendas de que puede perderlo.
Además, para evitar una guerra deberían implementarse dos mecanismos de protección previos:
No quisiera entrar en la dimensión política particular de lo que estoy proponiendo, mi proposición, bien formulada, debería servir para cualquier lugar del mundo en conflicto. Existen otras guerras hoy en día: Israel-Palestina, Yemen, Etiopía, Myanmar… de las que apenas hablamos en Europa porque nos quedan más lejos, quizás porque no nos sentimos amenazados por ellas, pero san tan reales como la de Rusia contra Ucrania.
Habría que sopesar si el país invasor tiene historia y un estilo de vida o creencias parecidas o muy distintas del país invadido para saber el grado de estrés que este cambio podría causar a la población.
Si nos invadieran, no nos resistiríamos físicamente pero sí intelectual, emocional y moralmente. Ejerceríamos una resistencia constante al estilo de Gandhi en la India. Nos invadirían pero no nos someterían. Tardaríamos más años en recuperar nuestra nacionalidad pero evitaríamos muchas muertes.
La gente lucha por su país, pero en la realidad las fronteras no existen físicamente, son una invención humana, una idea. Cuando sobrevolamos territorios no vemos las fronteras pintadas en la Tierra, es más, yo si tuviera que delimitar mi patria no la definiría geográficamente, mi patria, para mí, es donde está mi corazón: mi familia, mis amigos, la gente a la que quiero. Por tanto, a mí, no me preocuparía que me invadiera alguno de mis países vecinos, no me gustaría claro, pero entre la opción de entrar en guerra y, no ya morir yo, sino poner en riesgo la vida de mis hijos, preferiría emigrar si pudiera o aprender otro idioma e intentar adaptarme al sistema político que tuviera el país invasor. Sería por unos años, quizás yo nunca volvería a ver a mi país como tal, pero seguiría viva y disfrutaría de mis hijos y ellos de su vida. No aleccionemos a nuestros hijos para que defiendan a su país, eduquémosles para que defiendan la sacralidad de la vida.
La gente en una guerra tiene miedo, miedo de morir, miedo de separarse para siempre, miedo de que maten a los suyos. La gente en una guerra pierde sus casas, tiene hambre, pasa frío… llegados a este punto la gente no piensa tanto en qué país quiere sino en algo más instintivo y primario, en sobrevivir y dejar lejos el horror que conlleva toda guerra. Estoy convencida de que muchos hombres en edad de combatir no lo harían si no fueran obligados a ello y que muchos soldados desertarían si no conllevara asociado deshonra y penas de cárcel.
Morirse no tiene vuelta atrás. Si me muero me dará igual que mi país sea el mío o el invadido. Si se mueren mis hijos no habrá tierra ni patria lo suficientemente grande en todo el mundo que pueda albergar el infinito dolor de mi corazón. Cada uno debe reconocer sus prioridades. Yo como madre no arriesgaría la vida de mis hijos por ninguna nación. Yo solo arriesgaría mi vida si con ello lograra proteger la de mis hijos. La felicidad para mí está íntimamente ligada a la existencia de mis seres queridos.
Estaría bien que al presidente de un país que va a ser invadido se le permitiera no la épica de resistir, sino la humildad de dejarse invadir en ese momento para preservar la vida de sus conciudadanos y resistirse pacíficamente después. Deberían los organismos internacionales proponerle en voz alta esta opción para que no fuera tachado de cobarde o de elección deshonrosa.
No en mi nombre. No en mi nombre ni con mi voto, el gobierno de mi país proveerá de armas a una población que será arrasada por un ejército muy superior y que probablemente se hará con todo el equipamiento bélico que se le pueda brindar a la población local. El único escenario en el que podría contemplar esta opción es si la fuerza invasora planeara el genocidio de la población, entonces sí, porque la probabilidad de morir sería menor luchando que no haciendo nada.
Ninguna guerra se soluciona con armas. No habrá paz si el conflicto escala, si en vez de movilizar la vía diplomática promovemos la resistencia armada de un pueblo en desventaja, quizás se logre lo contrario que en vez de acabar con el conflicto este se enquiste y prolongue por mucho más tiempo. Habrá muertes innecesarias y evitables en los dos bandos. Tras una guerra siempre quedará un bando vencido.
No a la guerra. No a la guerra de Rusia contra Ucrania. No a la guerra en ningún lugar del mundo. No a las muertes de inocentes, de personas que no pueden decidir nada, debemos protegerlas, no con armas sino con diplomacia, para eso está la diplomacia no para escalar sino para pacificar y ayudar a encontrar soluciones factibles. Los políticos deberían apostar por esta vía y no por echar más munición al fuego.
Por si acaso me adelanto, a los políticos de mi país les anticipo: si alguna vez existiera la amenaza de invasión, déjenme escoger ser invadida y resistirme después, no quiero una guerra a ningún precio, no usen mi voto para ello, porque ninguna muerte me justificaría un ideal, una idea de nación. Déjenme nadar a contracorriente, como mujer y como madre tengo clara mi elección: no a ninguna guerra, no en mi nombre.
«En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario.» George Orwell
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